La huida del mundo real

Blog de poesía y política

3.04.2004

Sonríes, aceptas, dibujas.

La constante resaca del día alborota el sueño tierno de las primeras horas de la noche, el cuerpo se acomoda, el té se debate en la garganta y envejezco. El libro delgado se demora y la biblioteca acecha impertinente, los estantes se han combado de tanto esperar, pareciera como si la tarea fuera la medida de la vida y ésta juguetea con la cortina que se bate con el saludo urbano del viento, luces brotan cantos y la ciudad hace distancias sonoras y vive insistentemente después del sol. Preguntas que se abalanzan tiran de las líneas de tinta negra como cuerdas de cítaras didácticas, los ojos se mueren de sed y cualquier momento se transforma en absurdo, las esencias devienen en rutina y la incertidumbre se apodera de mi. Despacio me abandono al ejercicio rutinario y apago la luz dejando atrás varias faenas pendientes, luego sueño, imagino sin voluntad mundos posibles que se escapan de mi escape, tengo miedo, siempre tengo miedo, me alboroto, sufro y despierto, generalmente de día, tarde en el día, corro, no llego a mí; otras veces me despierto en la noche cuando todavía no ha nacido el verdugo pero no tengo pena de mí, tampoco me alegra descubrirme inaugurando el tiempo de una sombra que no cesa, la noche cálida, la noche corta, la posible, villana y cómplice. El turno es escaso, lo hemos perdido casi al imaginarlo. El vino dura poco y esta conversación será sexo y luego sed. Así pasa el bloque, el vagón, el segmento de tiempo que resulta vano. Tu importancia siempre termina diluyéndose en mi angustia. Estás en lo que pasa, pero las cosas pasan, ocurren y luego ocurren otras y no te quedas. Miles de canciones se ponen de moda, escucho jovencitos efebos anunciar el triunfo de lo efímero que vence constantemente, te vence a ti y la música suena loca en los audífonos, parece que ya me ha bajado el viaje y volveré a sentir el sosiego del deseo de morir. Los ochenta, los noventa son grandes montones de recuerdos que caben en pequeños recopilatorios que se venden a granel por navidad y que vas luego tú y te los regalas para que yo los escuche. Despierto confundido y harto me lavo la boca con cepillo sin pasta y salgo a pescar una sorpresa, me vestí como por demanda y camino por charcos sucios de nieve y sal, Piazzolla suena como predestinando el fracaso cotidiano y te busco por las calles de esta cuidad diferente. Llego como siempre al mismo café para mojar los churro en la taza de derrota y te olvido para siempre (que es la noche).

Siguen cayendo gotas de invierno por el aire. Mojadas calles me deportan, los semáforos son amables. Termino de empezar a vivir.

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:: León Sierra huyó a las, 04:11