La huida del mundo real

Una manada de niños suben por las calles de una noche agresiva de los enamorados; dos que salen a la calle se dan un par de besos furtivos en la mitad de una escalera mal diseñada; una caminata rodeda de juventud y prosodia; los coches arremeten contra el asfalto y el día se agostó en en crepúsculo rosa de esa tarde, de invierno primavero, salido de una fábrica de ficción norteamericana. Luego el trabajo querido en el trabajo no deseado... afectos que se mezclan, suburbios del recuerdo, arrugas de las ilusiones y demasiadas espectativas como para exigirle a la vida algo que es capáz de no dar.

Aún y eso, bajé a tomar un café (descafeinado) con Álvaro que me comentaba alarmadísimo, lo heterosexuado que estaba el ambiente gay de Madrid, lo mixto que se había vuelto, sin dar crédito a lo que veía por las calles de su gueto invadido por escepticos y pasotas que estaban disfrutando de un nivel de vida que incluía el fashion level de los gays burgayses, Shangay dixit. Autobús nocturno N-10 y prontamente en casa descubro que la blogósfera también salió de día de san valentín (o ¿es que la blogósfera decae en fin de semana?)... recorro por páginas perdidas y muy leídas.. le pongo un relog a la mía, le añado música...

Pienso en la soledad necesaria, la que no he vivido, la que me llama, y la que no conozco. ¿de la que huiré? ¿de la que me quejaré? ¿a la que estoy condenado? ¿la insalvable?

pienso, pienso mucho