La huida del mundo real

Blog de poesía y política

4.16.2004

Valores y precios





Antes de ayer estuve viendo EL PRECIO, de Arthur Miller.

Iba a hablar sobre la calidad de la puesta en escena y hacer una crítica pero la verdad no me siento muy motivado, tampoco hay mucho que decir, no veo demasiado trabajo de mise en scène... la obra me entristeció profundamente, a nivel personal y también a nivel artístico. Sobretodo porque creo que Ana Marzoa es una delicia de actriz a pesar del director, que le ha obligado a un naturalismo vacuo donde tan poca construcción desfigura hasta el brillantísimo ángel escénico que posee la actriz; poco que decir de un resueltísimo Helio Pedregal, un trabajo excesivamente intelectual, muy poco corporal, pese a lo que se defiende del proceso de ensayos (cosa mencionada en el programa de mano); Juan Echanove hace grandísimos esfuerzos por sentirse verdadero y con tantos esfuerzos mantiene acciones excedidas donde un ritmo y forma externa no tiene nada que ver con todo el conflicto interno de este brillante pero dificilísimo personaje que plantea Miller, pedestal de la construcción dramática de la obra: sin Víctor no exitiría el registro material donde precio y valor tocan tierra para la parte más didáctica de la textualidad de esta dramaturgia de Miller. Quien definitivamente es un maestro escénico es Juan José Otegui, su cuidadísimo trabajo pasa de puntillas por encima de todo el discurso prepotente dela puesta en escena, donde el precio que se paga por la infraestructura desmerece el valor filosófico de la palabra escrita. Quizá en esas pequeñísimas acciones, en esos disimulados comentarios que Otegui le permite al personaje, está indudablemente el valor gigantesco de la obra. Las remarcaciones pedantes sobre ciertos textos presuntamente "importantes" donde los actores toman la corbata del escenario, denuncia los rudimentos sencillos con los que el puestista juega a montar esta obra. Parapetado detrás de cuatro buenos actores, el discurso del marionetista en simple, débil y a la zaga de cuatro experimentados monstruos de las tablas que "se comen" la propuesta y reclaman más atención.
Sin embargo me llamó mucho al atención que a la salida del teatro, Esther escuchase a un par de espectadores (público- público, como decimos los teatreros, público del Marquina o de la cartelera de los periódicos, sin más - y sin nada menos, faltaría más!) que Echanove interpretase tan bien, juzgando cómo suda y cómo grita y "vive" su personaje... habría que preguntar al arista si tales cosas ocurren, por un lado y por otro, si ese es el camino elegido para el trabajo, es decir, si ha elegido "vivir" intensamente como método de trabajo.

Yo no me aburrí, el texto de Miller es un paradigmático referente en este momento de mi vida, al haberme quedado en paro y con una razonable edad donde parece que todo el mundo pasa a la adultez irremisiblemente a la vez que empieza a recapitular cosas de la vida, los valores de la vida, los precios que hemos tenido que pagar. Me pareció curioso que me sucediese esto con esta obra (y me parece que sobra comentar los porqués, quien me haya leído de antes, en el diario, debe entender el por qué).
Nos aferramos a cosas aportándoles un valor que finalmente termina por abocarnos a ponerle precio a nuestra separación, y como estamos subsistiendo en este sistema capitalista globalizado, pues no nos queda más que pagarlo (o cobrarlo, según se vea). Sin embargo, me pregunto si todo precio no tiene un valor que se pierde a la hora de cobrarlo... o si también ocurre que cada cosa que valoramos podemos venderla o debemos venderla? o si en esta transacción irremisible que nos obliga la vida no somos lo suficientemente conscientes de esta extraña dialéctica que nos toca vivir... recuerdo ahora uno de los primeros post que publiqué con un frase de Bertold Brecht: ¡Comer primero, luego la moral! Menos mal los libros que pagamos por un cierto precio nos aportan valores que dilucidan o son brújula para continuar.
Al final, Esther y yo, nos fuimos a tomar unas cañas (cerquita, cerquita!!!) la noche nos salió por muy poco porque, cosa curiosa, el precio de las invitaciones fue de tres euros cada una y luego las cañas nos salieron a uno y medio. Pagamos la invitaciones porque me dio pereza acreditarme con Pentación y porque Esther tiene un encantador amigo que trabajó enel montaje y que nos procuró esta "invitaciones"... no os parece curioso que en estos tiempos, para ver una obra sobre este tema, hasta las invitaciones tengan precio?
Que nadie se lleve a malos entendidos, hay que pagar el trabajo de los artistas, si uno quiere ver la función, no?

:: León Sierra huyó a las, 05:57

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