La huida del mundo real

Dos noches largas se unen a puntadas por un sueño pesado y narcótico. Mientras coloco las botellas en los botelleros (hoy toca limpiar los botelleros), imagino que contienen oro líquido o, mejor, nitroglicerina; las tareas son insignificantes y absurdas mientras juegas al escondite por las calles de Madrid, las botellas estallan: "...ni una lágrima, mi vida, por tí lloraré; hierba mala que, del camino, solo arrojaré..." Recojo los pedacitos mientras el cántabro sentencia en los altavoces y la gente se emborracha y se seduce. Me está creciendo barba.

Cien euros no pagan un regreso a casa donde un cigarrillo me recuerda que es absurdo dormir a las cinco que a las seis y de repente se enciende el after hour que tengo en el sótano del edificio donde vivo. Pienso en Dios, pienso en mi pensando en Dios, pienso en todo el mundo viendo cómo pienso en Dios y callo; me denuncio a mi mismo, soy un aspecto pobre del cristal tallado, luzco volandas verdes y tomo el sol.
Hoy toca realidad.