La huida del mundo real

Jorge se desviste mientras Egroj está abriendo los ojos dentro de su cuna de plumas, simultáneamente se sientan y en un suspiro de tiempo hacen el mismo gesto con sus manos al restregarse los ojos, luego todo es cotidianidad, café, besos y lágrimas; viven los momentos que tienen que vivir cada cual en cada lugar y los lugares remotos de los sueños y pesadillas que al uno y al otro le ocurren a la vez; ojos abiertos o cerrados, las pupilas locamente desesperadas procuran encontrar una hendidura en la pantalla de la vida, así, todos los días.
Los dos corazones laten igual, los dos secretan humores paralelamente, solo una cosa no pueden hacer, hay un solo impedimento mágico en su devenir: conocerse. A cada paso que Jorge da, le sigue otro del Egroj en sentido contrario, su acercarse es un alejarse al tiempo y salvajemente se los ve perseguirse por el mundo, como los ciclistas en las competencias a pista cerrada.

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