La huida del mundo real

Ayer por la noche, atenazado a fiebres y razones sentí cómo se aletarga el tiempo en un ataque de pánico; no era ya el frío, ni el silencio absurdo de un retumbar latino en los bajos de mi edificio, tampoco era ya el sonido de ninguna máquina encendida en algún patio de vecinos, o maullidos de cualquier gato, eran pensamientos que matan, ruido de presente y furia vital, eran temblores diminutos en los pies, y zumbidos de razones que martirizaban mis oídos; pero sin darme cuenta, el sueño hizo de benefactor, alicatando mi angustia en un océano de retazos que casi ya no recuerdo, tan solo, a la mañana, mientras abría para que corriera el agua por mi cuerpo, recordé con cierta duda, todo aquello que me sacudió antes del sueño.

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