La huida del mundo real

Blog de poesía y política

11.30.2008

El Poema de Amor

invitado: Leopoldo Alas Míguez (1962-2008)



Cómo digo que del amor no escribo
si, por no verlo, lo veo en cada esquina.
Si el amor es todo lo que me excede
y todo lo que me falta. Lo sé.
Pero recuerdo esa frase: Él no ama.
Y el juego de la muerte de mis padres:
mamá, caía de espaldas, papá la sostenía.
Y yo lloraba. Yo sólo era una broma.

Pero amo, sí. Lo amo todo y todo me da pena:
que se vaya o que se quede.
Amo en algún lugar que permanece
antes de la caída.
Y renuncio a la farsa
porque el amor no me toca. Pasó.
Si estaba en todas partes, ¿por qué lo sobreactúan?
¿Por qué la posesión? ¿Por qué lo cercan?

Pero el amor lo adivino en mis lágrimas,
que brotan como si antes nunca hubiera llorado.
Es el rescoldo de una llamarada,
el cielo y el infierno.
¿Por qué ese juego estúpido?
¡El prestigio de la vida! ¿Por qué amarla si duele?
Amar sin el amor, después de todo.

Cae la lluvia. El niño y la gata duermen.
Yo amo al niño, a la gata
y el ruido de la lluvia en los cristales.
Pero también me asusta.
Es mi manera de amar: tener miedo.
¿Qué más podría decir yo del amor?



Este poema definitivo, duro, hermoso... lo escribió Leopoldo Alas y fué parte de la última lírica publicada cuando vivía.

Aún sigo incrédulo de su partida.

Hoy recordaba cómo era Madrid en invierno, con todas esas luces de la navidad iluminando el inminente aparecimiento de algo, la súbita irrupción de un hecho o la sensación emocionante del acontecimiento... por la noche, justo depués de la caída del sol. Y el frío. Certezas de un comienzo emocionante que nunca llega a lo largo del invierno; fugaces promesas con sabor a beso, a encuentros románticos entre las calles de primavera y el hastío del verano que implacable demostraba la inutilidad de la espera.

Yo tampoco quiero ese verano, Leopoldo. Hoy leía la edición de la editorial Calambur y le tenía, otra vez a él, a punto, cerca. Y con inmensa nostalgia recordé todos los momentos de cobardía y de los que llevo la cuenta: hombres, jovenes y bellos con quienes estuve a punto, cerca y de quienes nunca volvió un recuerdo a beso porque jamás pasó, por deseo de nostalgia... pero ¡ay...! ¡qué equivocado estaba..! ¡y qué ignorante era!



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:: León Sierra huyó a las, 00:07

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