La huida del mundo real

Blog de poesía y política

12.02.2005

La música que me gusta

La lluvia. Maldita lluvia. Lamía una fina capa de agua llovida sobre la calle princesa cuando me bajé del autobús universitario; la gente que caminaba feliz (¿?), se solapaba en abrigos azules marino -no sé por qué hoy había tantos de ese color naval-, y resbalando mis suelas de goma por encima de las rejillas de ventilación del metro de Madrid, bajé por la ancha calle rumbo al vértigo de la Gran Vía, mi objetivo: obtener un texto de Henry James: ya ves, te hago caso, aprendo. Si hubiera tenido mis auriculares en buenas condiciones, la música me hubiera acompañado los pasos; pero entonces, empecé a sonar en sound track fragmentos amados que rimaban con lo que veía: la calle mojándose en las cabezas de la gente; lo que olía, olía todavía a tu cuerpo de ayer, y así, en asociación con mi pensamiento, como si de una edición de imagen en Geenaway, planos de tu piel se deslizaban por la calle de los teatros musicales y la música crecía en mi erección: pienso en ti combinándote con lo que veo, te descifro y me alumbras el camino de este día, que aunque gris, es más bien alegre. Voluntarios de ong’s se arremolinan con no voluntarios de la pobreza para abrirme las puertas de la gran tienda francesa de la cultura, los unos para formalizar mi limosna en dudosos planes de desarrollo, los otros en desarrollo de sus planes para sobrevivir, me piden una limosna, pero -qué bien!, he sorteado la puerta y ya me encuentro a salvo, cobijado por cientos de libros de lo último de la inteligenzzia en formato comercial: libros, discos, multimedia... Busco y busco esa Copa Dorada pero solo he encontrado a Riky Martin con su copa del amor, a si que decido ir a perder mi tiempo y selecciono para ello un disco de Thelonius Monk, La Hora Mágica que tocó el Cuarteto Wynton Marsalis, un concierto lacrimógeno y delicado de Brad Mehldau, dado en Tokio, en vivo, Amaryllis y Light out of Darkness con una Shirley Horn desechamente viva, alegremente en hilachas..., y pierdo mi tiempo para olvidarme de ti, navegando en acordes imposibles que me acusan en la silla de la ignorancia a cada tempo que sucede y recuerdo cómo me vive la música, de siempre; cómo me involucra, cómo me hace parte del delito cada vez que sucede. Y hoy pensaba en la pregunta que me hizo Philo ayer, cuando me solicitaba permiso(¡!) para leer algún texto mío en su delicioso programa de nuevas músicas, pensaba en cuál es esa música que me gusta, que me vive..., y a mato grosso resumo que la dulzura del piano de Chopin porque me recuerda fuertemente a mi madre y sus dedos que acarician las teclas de cualquier piano con el que se tropiezan, los que me acarician, los que me peinaron, los que están distantes en nuestra madurez; el tango, que amo desde hace bien poco; el son y la guaracha, porque sacan la mujer negra que llevo dentro y el hombre dominante que la toma en el calor de esa tierra a la que siento tan mía y, claro, últimamente, tus canciones, esas que tardaste tanto en tocar para mí, esas que se escapan de los platillos plateados y sólo suenan y suenan en mi recuerdo como algo infranqueable, donde tú cantas a tus recuerdos y a tus deseos.

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:: León Sierra huyó a las, 15:27

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