La huida del mundo real

Blog de poesía y política

11.16.2006

Palabras a propósito de Ficció, una historia que trata sobre la ausencia de palabras.


Hace un tiempo no muy lejano, se llegó a pensar que en España no había cine de autor o cine de arte y ensayo o como se le quiera llamar. Cuando hablábamos de cine español, sobretodo después del muy mentado destape, apenas había un par de realizadores que más bien transitaban por un realismo naïf, excesivamente evidente, o comedias de castañuela y pandereta y, por supuesto, los que estaban en medio, inteligentes como para poetizar y desnudar, Tueba y Almodóvar. La transición política que vivió el pueblo español fue una gran oportunidad, quizá demasiado buena por momentos, para el florecimiento de un cine que, luego de los noventa, se habría cansado ya de la pretenciosidad francesa y norteamericana, coqueteando con género caro –thriller y efectos especiales, blockbuster comedy, etc- y floreciendo en realizadores de la talla de Jaime Rosales o Cesc Gay.


En España hay quien dice que el cine que hace Cesc Gay no es español sino catalán, en una directa puya a la creación del centro de la península; sin embargo, después de las formidables Krámpack y A la ciutat, el realizador, lejos de huir del tópico, dibuja una trasversal riesgosa incluyendo a Javier Cámara entre un elenco de excelentes actores catalanes, para lucir talento e identidad exocatalana y logra un filme único, donde lo poético es continente de una riquísima estela de contenidos, desde la propia micropolítica de las relaciones sociales intrapeninsulares hasta todo aquello que hay, pero de lo que no se habla entre dos personas, sean estas de donde sean.

Uno de los teóricos más importantes de arte del actor, Jorge Eines, dice que lo esencial siempre permanece mudo. Esto me hace pensar en Eduard Fernández y Montse Germán, los protagonistas, quienes juegan a un Chéjov pirenaico mientras intentan atrapar en la mirada todas la esferas posibles de la pasión en un par de cuerpos que accionan un continuo paisaje de signos. El guión, guiñando el ojo a la cuna del realismo clásico, desgrana momentos sutilísimos en la escena clímax, mientras Glinka atacado en el piano, se cose con cordel del corazón de quien mira la película. Mundos de lo intangible luchando entre fotogramas, Nick Cave o Debussy, dibujando en inextricables paisajes armónicos, silencios, palabras sueltas. La vida que es, para mujeres y hombres, cuando más intensa, más callada. El realismo bizarro de la contención renace en Ficció, multiplicado por secuencias memorables y –por cierto- que hacen memoria de otro cine que pasó. No se puede entender la narrativa de este filme, sin evitar traer a la memoria los juegos Geométricos de la perspectiva en Jean-Luc Godard; quien ve Ficció, recuerda permanentemente la profundidad Psicológica del francés en Vivre sa vie, y lo hace no sólo por el insospechado homenaje a la composición y puesta en escena que hace Cesc Gay de Godard, sino y fundamentalmente al extraordinario duelo Fernandez-Germán contra Anna Karina y Saddy Rebot en que se convierte la lectura comparada de los filmes.

Por otro lado, el problema filosófico de la distancia entre autor y creación (eje central de la trama), emerge continuamente desde la invención de la cuarta pared, imponiéndose en el séptimo arte por el especial desarrollo de su lenguaje y la ruptura de la relación sujeto/objeto al que serios discursos del postfeminismo someten cada acto creativo en la contemporaneidad fílmica y plástica.

Cuando un autor arremete con una deconstrucción en un ejercicio de creación se genera un loop fascinante al que está muy bien asistir. Cesc Gay habla en Ficció del proceso del creador cuando no tiene qué contar y utiliza sinceramente sus vivencias como materia prima de su narración; bueno, la película es -por suerte- bastante más que eso, pero por su propio nombre, este audiovisual pega el anclaje en estas preguntas. Lo demás son evanescencias de alta cinematografia y mucha sensibilidad sonora: dos secuencias para hacer historia en el cine y una relación actor-director que sólo he visto en grandes realizadores.

Todo esto me recuerda a que su apuesta es desde la plástica, militante con la poetica como arte mayor y canon de ejecución. Y cuando un arte es militante se puede convertir en espectáculo para minorías y ser tachado fácilmente de panfleto por la moda imperante, la basura audiovisual o el discurso de poder. Sin embargo, lejos de ofender, a Ficció le viene bien ser tildada de panfleto poético y convertir el sambenito en halago.

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:: León Sierra huyó a las, 17:33

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