La huida del mundo real

Blog de poesía y política

5.02.2007

Trazo y Dibujo

La repetición, ese enemigo amable que hace de cualquier tecnología una posibilidad para la poesía; el sueño, los fantasmas que nos deambulan, los que vendrán; la locura, el deseo y la tristeza, piezas fragmentarias de una historia contada en color y fuerza. Hay en el retrato, la mirada que mira a la mirada o ese violento feed-back con el que nos llamamos desde hace miles de millones de años y mediante el cual, palabra dentro de lenguaje dentro de mirada, construimos y nos reconstruimos en el otro. Ser un yo en el otro que es igual a mí. Ser un yo distinto.

Luego aparecen los laberintos de lo subjetivo y entre ellos la mirada se convierte en luz y esta se refracta para ser únicamente color, brillo, intensidad; instantes de un encuentro con un otro al que queremos retratar; daguerrotipos de aquel otro que se ha impreso fugazmente entre un quiebre de mirada, una sonrisa o un dolor. Se reconstruye la imagen, la reconstruyo con el filtro de mi visión, que se pierde ansiosamente en el tiempo marcando una cuenta atrás que en cada pincelada se recupera.

Lucian Freud. Muchacha con perro blanco, 1950-1951 Óleo sobre lienzo. 76,2 x 101,6 cm. Tate, Londres. (Adquirido 1952)

Y eso, la pincelada, es lo que importa finalmente. Esa rutinaria repetición de palotes sobre palotes que cada artista sabe hacer antes de lanzarse a la piscina, como si en la repetición de los palotes, y en le trazo de cada uno de ellos, se albergara toda la poética del delicado hilo que teje la toalla o el brocado posterior. Como en el ensayo, donde el actor repite una y otra vez, actos que albergan palabras para albergar en ellas vida y dejarla correr luego y luego y luego... Como el músico que escalea incesantemente de arriba para abajo la tesitura de su instrumento y en cada pulsación, soplido, arañazo, caricia, está el gesto pero también la nota, la bella nota sola o sostenida con un alfiler, la nota que de entre el coro sonará en el urdido sinfónico afinando la melodía del adiós.

Andy Warhol La sombra, 1981 Serigrafía. TP 18/30. 96,5 x 96,5 cm Cortesía Ronald Feldman Fine Arts, Nueva York

La magnífica exposición organizada por el Museo Thyssen - Bornemisza y la Fundación Caja Madrid, se alimenta de una sensible comisaría de retratos diversos, ingenuos, violentos. De la mano de mi chico, aquellas caras mirando hacia el centro de la sala dibujaban un magnético cilindro. Así, trazos y puntos y sales de plata y óxidos diluidos en aceites se mezclaban resueltamente en cada instante mostrando una parte de la historia del retratado, del retratista y del arte que entre ambos moldean el elegante espiral de las escuelas plásticas.

Por el inmenso caracol vamos, mi amor y yo, paseando y susurrando espasmos de placer.

La cera suave que cubre los salones de exposición, untada por una o un obrero de limpieza (seguramente inmigrante) me brinda una inquietud: vacío de gente el museo, con el solo ruido de la mopa eléctrica que pulimenta las pisadas de la tarde, ¿es esa persona vista por los retratos?

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:: León Sierra huyó a las, 18:30

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